EL FIN DE LOS ALIMENTOS BARATOS
Por Alberto E. Moro
Cuando quien esto escribe era chico – y muchas aguas han pasado bajo los puentes desde entonces- en la capital de Argentina veía como los obreros municipales que trabajaban en la calle hacían al mediodía unos pantagruélicos asados que ya entonces eran la envidia de cualquier europeo. La carne era muy barata en “el país de la carne”, como decían nuestros maestros y familiares. Al vigilante policía que montaba guardia en el barrio, nuestras madres le entregaban sandwiches de jamón o de queso y dulce, todo en gruesas fetas que dieron origen al llamado “postre del vigilante”. Sobraba comida, y el pan y los fiambres costaban centavos en el país “granero del mundo”, que había acogido a cientos de miles de inmigrantes expulsados del hemisferio norte por la guerra y las hambrunas Hoy, una tragedia de niveles catastróficos se cierne sobre la humanidad, si no se toman medidas a tiempo para proteger a millones de personas que no tienen ingresos suficientes para comprar el alimento imprescindible para su subsistencia. Tan solo las impactantes imágenes de niños desnutridos que hoy vemos en los medios ya son suficientes y nos dan una pálida idea de los gravísimos problemas alimentarios que sufren los habitantes de muchas regiones empobrecidas del mundo. Pero al parecer, lo peor está aun por venir, ante el veloz encarecimiento de los alimentos bajo todas sus formas, desde los más básicos hasta los más elaborados.
Diversos organismos internacionales están advirtiendo sobre la necesidad de actuar antes de que se instale una tragedia humanitaria de proporciones nunca vistas, ante la desaceleración de la economía mundial y el incesante aumento de los precios del petróleo y de los alimentos. En muchos países están sucediendo protestas masivas por la suba de los alimentos. ¡Hasta en Italia, hubo no hace mucho un día de abstención en el consumo de pastas, para protestar por el incremento incesante de los precios! Pero la situación será mucho mas grave en los países pobres, en los que podrán ocurrir –ya está sucediendo- saqueos, además de generarse gravísimas inestabilidades políticas.
Sin ir más lejos, y partiendo de su valor en dólares, en el año pasado (2007), los alimentos aumentaron un 34,2 % en Chile, un 23,6 % en Brasil, y el promedio mundial medido por el Fondo Monetario Internacional fue del 25,6 %. En nuestro país no tenemos cifras fidedignas a causa de la manipulación gubernamental del INDEC, que informa tan solo un 5,8% para la Argentina. (1)
Al globalizarse la economía y ser las fronteras mas permeables, ningún país será inmune por mucho tiempo a la tendencia uniformadora de los precios internacionales, y solo un modelo mundial solidario podría permitir una distribución equitativa de los alimentos al margen del poder de compra de los pueblos. Y eso no se vislumbra hasta el momento por la mezquindad relativa de los países más industrializados, que declaman más de lo que hacen por la enorme mayoría de los sufrientes habitantes del planeta que viven en condiciones deplorables. Según el prestigioso semanario londinense The Economist, en 2007, comparando con las cifras de 2006, la ayuda de los países ricos al extranjero disminuyó, un 8,4 %, y “las políticas energéticas de los países ricos ayudaron a crear el problema. Ahora, esos países deben ayudar a resolverlo.”(2)
En los encuentros económicos mundiales, ya se habla de agflation (agflación), una palabra que combina otras dos: agricultura e inflación. Como sabemos, los granos constituyen el principal soporte alimentario de la humanidad. Directamente como alimento primario, y secundariamente como alimento para el ganado y las aves de corral. Según los especialistas, dos importantes factores están influyendo para que los alimentos sean cada vez más caros: a) el creciente, incesante y multitudinario ingreso a la clase media de miles de millones de personas en India y China, que inciden sobre la economía mundial exigiendo las proteínas animales y vegetales que antes no podían comprar, y b) la desviación cada vez mayor de distintos tipos de granos hacia la fabricación de bio-combustibles. A propósito de esto, declaró el Ministro de Finanzas de la India en un reciente foro internacional: “Cuando millones de personas pasan hambre, encaminar la producción de alimentos hacia la de biocombustibles es un crimen contra la humanidad.” (3).
Cuando algo que se vende tiene mucha demanda, los precios suben. Cuando algo no se vende, los precios bajan. Así funciona el mercado, nos guste o no, y ningún país podrá fácilmente escapar a las leyes de la economía, cerrando sus fronteras a la exportación o desalentando las inversiones agrícolo-ganaderas, como se está haciendo en el nuestro, porque más pronto que tarde, lo que se produce será insuficiente para dar de comer a su pueblo, y su propia recesión lo desestabilizará hasta niveles insoportables. En otras palabras, en una economía globalizada ningún país, puede encerrarse en sí mismo, con prescindencia de su interrelación con los demás, so pena de auto-condenarse al subdesarrollo y al atraso relativo, perdiendo las oportunidades que ofrece la historia, y que son muchas en este momento para un país productor de alimentos como la Argentina.
(1) Alfredo Sainz. El precio en alza de los alimentos. Diario La Nación, Suplemento Economía y Negocios, 13 de abril de 2008.
(2) The Economist. Cada vez mas gasto en comida. La Nación, 13 de abril de 2008.
(3) Bob Davis. Las economías del mundo no encuentran la receta para combatir la escasez de alimentos. The Wall Street Journal Americas. Buenos Aires, 14 de Abril de 2008.
Cuando quien esto escribe era chico – y muchas aguas han pasado bajo los puentes desde entonces- en la capital de Argentina veía como los obreros municipales que trabajaban en la calle hacían al mediodía unos pantagruélicos asados que ya entonces eran la envidia de cualquier europeo. La carne era muy barata en “el país de la carne”, como decían nuestros maestros y familiares. Al vigilante policía que montaba guardia en el barrio, nuestras madres le entregaban sandwiches de jamón o de queso y dulce, todo en gruesas fetas que dieron origen al llamado “postre del vigilante”. Sobraba comida, y el pan y los fiambres costaban centavos en el país “granero del mundo”, que había acogido a cientos de miles de inmigrantes expulsados del hemisferio norte por la guerra y las hambrunas Hoy, una tragedia de niveles catastróficos se cierne sobre la humanidad, si no se toman medidas a tiempo para proteger a millones de personas que no tienen ingresos suficientes para comprar el alimento imprescindible para su subsistencia. Tan solo las impactantes imágenes de niños desnutridos que hoy vemos en los medios ya son suficientes y nos dan una pálida idea de los gravísimos problemas alimentarios que sufren los habitantes de muchas regiones empobrecidas del mundo. Pero al parecer, lo peor está aun por venir, ante el veloz encarecimiento de los alimentos bajo todas sus formas, desde los más básicos hasta los más elaborados.
Diversos organismos internacionales están advirtiendo sobre la necesidad de actuar antes de que se instale una tragedia humanitaria de proporciones nunca vistas, ante la desaceleración de la economía mundial y el incesante aumento de los precios del petróleo y de los alimentos. En muchos países están sucediendo protestas masivas por la suba de los alimentos. ¡Hasta en Italia, hubo no hace mucho un día de abstención en el consumo de pastas, para protestar por el incremento incesante de los precios! Pero la situación será mucho mas grave en los países pobres, en los que podrán ocurrir –ya está sucediendo- saqueos, además de generarse gravísimas inestabilidades políticas.
Sin ir más lejos, y partiendo de su valor en dólares, en el año pasado (2007), los alimentos aumentaron un 34,2 % en Chile, un 23,6 % en Brasil, y el promedio mundial medido por el Fondo Monetario Internacional fue del 25,6 %. En nuestro país no tenemos cifras fidedignas a causa de la manipulación gubernamental del INDEC, que informa tan solo un 5,8% para la Argentina. (1)
Al globalizarse la economía y ser las fronteras mas permeables, ningún país será inmune por mucho tiempo a la tendencia uniformadora de los precios internacionales, y solo un modelo mundial solidario podría permitir una distribución equitativa de los alimentos al margen del poder de compra de los pueblos. Y eso no se vislumbra hasta el momento por la mezquindad relativa de los países más industrializados, que declaman más de lo que hacen por la enorme mayoría de los sufrientes habitantes del planeta que viven en condiciones deplorables. Según el prestigioso semanario londinense The Economist, en 2007, comparando con las cifras de 2006, la ayuda de los países ricos al extranjero disminuyó, un 8,4 %, y “las políticas energéticas de los países ricos ayudaron a crear el problema. Ahora, esos países deben ayudar a resolverlo.”(2)
En los encuentros económicos mundiales, ya se habla de agflation (agflación), una palabra que combina otras dos: agricultura e inflación. Como sabemos, los granos constituyen el principal soporte alimentario de la humanidad. Directamente como alimento primario, y secundariamente como alimento para el ganado y las aves de corral. Según los especialistas, dos importantes factores están influyendo para que los alimentos sean cada vez más caros: a) el creciente, incesante y multitudinario ingreso a la clase media de miles de millones de personas en India y China, que inciden sobre la economía mundial exigiendo las proteínas animales y vegetales que antes no podían comprar, y b) la desviación cada vez mayor de distintos tipos de granos hacia la fabricación de bio-combustibles. A propósito de esto, declaró el Ministro de Finanzas de la India en un reciente foro internacional: “Cuando millones de personas pasan hambre, encaminar la producción de alimentos hacia la de biocombustibles es un crimen contra la humanidad.” (3).
Cuando algo que se vende tiene mucha demanda, los precios suben. Cuando algo no se vende, los precios bajan. Así funciona el mercado, nos guste o no, y ningún país podrá fácilmente escapar a las leyes de la economía, cerrando sus fronteras a la exportación o desalentando las inversiones agrícolo-ganaderas, como se está haciendo en el nuestro, porque más pronto que tarde, lo que se produce será insuficiente para dar de comer a su pueblo, y su propia recesión lo desestabilizará hasta niveles insoportables. En otras palabras, en una economía globalizada ningún país, puede encerrarse en sí mismo, con prescindencia de su interrelación con los demás, so pena de auto-condenarse al subdesarrollo y al atraso relativo, perdiendo las oportunidades que ofrece la historia, y que son muchas en este momento para un país productor de alimentos como la Argentina.
(1) Alfredo Sainz. El precio en alza de los alimentos. Diario La Nación, Suplemento Economía y Negocios, 13 de abril de 2008.
(2) The Economist. Cada vez mas gasto en comida. La Nación, 13 de abril de 2008.
(3) Bob Davis. Las economías del mundo no encuentran la receta para combatir la escasez de alimentos. The Wall Street Journal Americas. Buenos Aires, 14 de Abril de 2008.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio