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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 15 de noviembre de 2012

El día después

Por Alfredo Ferrarassi

Vienen a la memoria una serie de recuerdos de lo que han sido en La Falda las movilizaciones y su impacto, al menos en la comunidad local.
Rememoro un lejano septiembre de 1955 cuando agarrado de la mano de mi madre nos dirigíamos al centro desde casa y en el playón del ferrocarril una bocina retrasmitía un discurso de Perón. Como las radios portátiles no existían, una enorme cantidad de personas lo escuchaban, entre ellos mi padre, al cual encontramos, entre la muchedumbre. Todos estaban atentos ante las amenazas que profería de por uno de ellos caerían cinco de los otros.
Terminado el mismo seguimos hacia la Avenida a hacer alguna compra, pero a pesar de su disimulo, no pudo mi madre ocultar la honda preocupación que semejantes palabras causaban en el ánimo de quienes eran “contreras”.
De aquellas épocas han quedado los recortes que mis padres hacían del Diario Córdoba de las notas de Bernardo Rabinovich, un periodista que hacía de su columna un espacio en defensa de la libertad avasallada por el personalismo imperante.
Después de una semana y algo más, se produce la revolución del 16 de septiembre, justo el día que fallece mi abuela paterna, Doña Rosa Visconti y ese viaje a Córdoba lleno de dolor e incertidumbre no se borrará jamás de mi mente; por suerte en la Escuela de Aviación nos pararon los “rebeldes”, a los cuales mis padres adherían, ante la pregunta cuál era el motivo de que circularan ante tales circunstancias, les contó las mismas y dadas las respetuosas condolencias del caso, nos autorizaron a proseguir. La conversación de los mayores, o sea mis progenitores, fue sobre la educación y el don de ubicación que tuvieron.
A los pocos días con el triunfo de la Libertadora, en la Estación de Servicio que existía frente al ACA había una placa de bronce que rezaba “Avenida Eva Perón”, una multitud se reunió debajo de la misma esperando el momento que fuera volteada. Seguramente debió estar muy bien amurada ya que fueron varios los que intentaron voltearla en vano, hasta que un fornido dentista local y tal vez junto a Daniel Moyano, el mejor escritor faldense, Juan Mereb se su subió a la escalera y al grito de “¿te vas a caer o no mierda?” la terminó volteando ante la algarabía general y atada la misma, creo, a una soga la arrastraron unas cuadras por la Avenida, ahora nuevamente Edén, en medio de escupitinajos, puteadas y otras muestras de bronca acumulada que salía expresada libremente, ante el duro periodo vivido, en el que la libertad de expresión había sido una entelequia.
Han trascurrido varias décadas, me hice historiador, fui padre, pasó una dictadura, una guerra entre medio, el retorno a la democracia, pero aquella sensación de opresión, a pesar de la corta edad, que generaba la falta de respeto, de poder opinar sin censura, de adherir políticamente a quien se desee sin temor a expresarlo, aquel derecho sin restricciones a los partidarios y la negación a los contreras, en nada ha cambiado.
Aquel odio sembrado y alimentado entre argentinos, entre hermanos, fue una las causas que el supuestamente todo poderoso “General del Pueblo” cayera, porque fue perdiendo sustentabilidad popular por fuera del cuantioso núcleo de seguidores que presentaba.
Hoy, ese mismo odio, esa misma intolerancia, ese “pensá lo que quieras, total no te doy bolas”, está más vigente que nunca, hoy el respeto por la discrepancia, por la diferencia ideológica, es una ficción, hoy como ayer los medios deben estar al total servicio y aquellos que se animan a discrepar o fueron expropiados o serán desguazados. “Nada nuevo bajo el sol”, una reiteración del pasado que en definitiva no hace más que ratificar la anterior frase.
Antes de avanzar en el análisis del 8N, debemos señalar también las desbordantes reuniones de la multisectorial que luchaban contra Roggio y sus cloacas, como importante la multitudinaria convocatoria que los Vecinos Autoconvocados hicieron en el playón del ferrocarril por el tema del gas, aunque un mal manejo de un dirigente, impidió que esa muchedumbre acompañara la entrega de un petitorio aunque debiera cortar brevemente la ruta, ese error significó no haber quebrado la resistencia del ex mandatario local, con lo cual la historia hubiera sido otra.
El día después del 8N se presentó dentro de los parámetros esperados, una oposición civil exultante por haber convocado más del doble en muchos lugares del país y en otros congregar a multitudes como aquellas de los actos de 1983 en que Alfonsín reunió un millón de personas, con lo cual estamos frente a una convocatoria como hacía casi 30 años no se veía.
Claro que esto pareció no hacer mella en la presidente que prácticamente ha ninguneado la protesta y parece tener como único argumento lógico el que no tienen representación, lo cual es en quien se dice heredera de los setenta un contrasentido, porque o no pudieron los miembros de la JP entender lo que es el materialismo histórico, ya que jamás pudieron profundizar más allá de las veinte verdades o porque abrevar en el marxismo era un sacrilegio que quienes lo creían, junto a los yanquis, la causa de todos los males no podían cometer y entonces su abanico de manejo teórico se redujo al “colorado” Abelardo Ramos, instigador del suicidio de Milcíades Peña (uno de los máximos historiadores argentinos), o en un arrepentido Juan José Real, o en los controvertidos Juan José Hernández Arregui y José María Rosas y, en muy menor escala, a la lúcida Mónica Peralta Ramos. Si la primera mandataria hubiera estudiado lo más elemental de aquella ciencia de la dialéctica, sabría que serán las mismas masas en su devenir dialéctico las que encontrarán sus dirigentes que las lleven a la liberación del yugo opresor, en este caso el suyo.
También sabría que es en la praxis de donde saldrán los programas, frutos de las tesis, antítesis y síntesis necesarias para producir los cambios esperados, que la construcción política es una “revolución permanente”, es una constante lucha contra quienes se perpetúan en el poder enquistándose y pasando a ser tanto o más conservadores que los que dicen combatir, cosa que a ella le ha sucedido, ha caído por sus propias contradicciones en la trampa de convertirse, para ser benevolentes en la Kérenski de este gobierno, que es un mero reformismos pequeño burgués antipopular disfrazado de progresismo.
El 8N ha vuelto a marcar un antes y un después, tanto en La Falda como en el resto del país, también para el gobierno como la oposición, ha desnudado las falencias de ambos, ha puesto sobre el tapete que nada está bien en Argentina, que estamos técnicamente entrando en default pagos, más allá que lo quieran desmentir, que no hay ni plan B, ni C, ni nada estudiado para enfrentar la crisis, que todo ha sido remitirse al festival de subsidios que terminó por enflaquecer las arcas del estado, que hay emisión incontrolable de dinero, lo cual genera la inflación, la cual no está lejana de empezar a convertirse en híper. Todo huele mal en Argentina, al contrario de lo que dijo Hamlet cuando le informaban de la muerte de su padre y se refirió a Dinamarca, aunque parcialmente.
El gobierno deberá entender que no puede abroquelarse, como lo hace, en la soberbia de desconocer las protestas, deberá entender que ya no cuenta con el 54% de intención de votos y menos de popularidad, deberá entender que ese sufragio puesto no es una pagaré en blanco y que los vencimientos están comenzando a ocurrir. Deberá enterarse que la realidad no es la que pinta 678, Ricardo Forster, Víctor Hugo Morales o los artistas contratados para agitar las palmas a compás de sus pocos felices discursos.
Pero la oposición, está en idéntica situación, no ha sabido generar un bloque sólido, no ha encontrado por fuera de las vanidades una unión y se quema en su propia hoguera, siendo totalmente en vano el intento de acercamiento por fuera de lo coyuntural, de tener proyectos en común, antes pesa lo personal, el vedetismo que las necesidades de la gente.
No podemos saber si estamos frente a un nuevo que se vayan todos, solo que si eso se produce, estimamos que no habrá más hándicap para la clase política que ha decepcionado a todos, que solo piensa en sus intereses, en la mezquindad partidaria, en la avaricia personal.
Lo que necesitamos es un poco de cordura, es que alguien se rasque como el perro, para afuera, porque de seguir así ni el Chapulín Colorado nos podrá salvar!

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