Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Desde las señales de humo a las Redes Sociales de Internet

Por Alberto E. Moro

¿No estaremos en nuestro tiempo, asistiendo a la eclosión de un “quinto poder” con instantáneas y casi sobrenaturales cualidades para mejorar
la vapuleada condición humana?


Primero fue el grito, la gesticulación a distancia, los “chasquis”, y los tambores convocantes, hasta que la distancia fue tan grande como para que los aún dispersos grupos humanos –gracias a Prometeo- descubrieran que con el fuego y el humo subsiguiente podrían enviar señales, muy limitadas por cierto, pero útiles si un código previamente acordado les otorgaba sentido.
Y después, mucho después, vino el telégrafo que mediante el código creado por el norteamericano Samuel Morse permitió una comunicación casi instantánea a grandes distancias, incluso intercontinentales, como cuando después de muchos fracasos pudo colocarse en el fondo del mar un cableado telegráfico desde América a Europa por debajo de la encrespada superficie del Atlántico. Una enorme hazaña para su tiempo, aún no tan lejano como para olvidar la portentosa combinación de ciencias humanas que la hizo posible. Lo mismo que podríamos afirmar hoy respecto de Internet.
No tardó mucho en perfeccionarse el teléfono, con el que la gente podía comunicarse mediante la palabra emitida y escuchada al instante, a través de cables eléctricos que unían las centrales emisoras y receptoras que fueron la consecuencia de los experimentos de Antonio Meucci inventor del “teletrófono”. Esto sucedió cuando Graham Bell tenía dos años, lo que no impidió que este último se llevara más tarde casi toda la gloria pues el italiano no había tenido los dos dólares que costaba patentarlo. Así de esquivas suelen ser la fama y el reconocimiento a los logros alcanzados.
Poco después, una ruidosa radio hizo su irrupción, montada sobre el mismo sistema eléctrico y con grandes imperfecciones que poco a poco fueron superándose hasta llegar a la gran calidad de sonido que hoy disfrutamos, con el agregado de que en la mayoría de los casos ya no es necesario cable de conexión alguno y las ondas llegan misteriosamente “por el éter”.
Quien esto escribe recuerda un episodio de la infancia que trae a colación la modestia de nuestro intelecto individual, dado que todas las grandes realizaciones humanas han sido fruto del pensamiento colectivo. Me refiero a mi propia incredulidad cuando leí en un Anuario del Editorial Jackson de 1948 que en el futuro habría unos aparatos con pantalla en los cuales no solo se escucharían los sonidos, las palabras y la música, sino que también sería posible ver las imágenes que provendrían de lugares espacialmente alejados. Me pareció en ese momento una fantasía inalcanzable… ¡y eso que había una foto del catafalco que se estaba pergeñando!
Más tarde asistiríamos a la difusión masiva de la Televisión, primero en blanco y negro como el cine, y después con color, manteniéndose el paralelismo en ambas tecnologías de la imagen. Todo esto como prolegómeno de la aparición final de un espectacular avance cibernético fundado en la invención de los transistores y los desarrollos científico-técnicos producidos en algunos países orientales y en América del Norte cuyos pormenores no puedo describir por su complejidad y la lógica ignorancia que me afecta como simple usuario no especialistas en el tema.
Más adelante sobrevendría la invención de los enormes aparatos en serie llamados “calculadoras”, que una vez perfeccionadas y condensadas en un tamaño casi portátil, alcanzaron la denominación de “computadoras” con que hoy se las conoce, y que han producido y producirán aún más en el futuro, cambios considerables en la historia social y política de la humanidad. Es curioso que en 1974, no hace mucho como vemos, el líder máximo de una de estas grandes empresas de informática (IBM según creo recordar) se manifestó públicamente preguntando: ¿Para qué querría la gente una computadora personal?..., haciendo gala de una falta de visión inimaginable en una persona de esa jerarquía profesional. Pero así es como se construye la historia, jalonada de episodios semejantes.
Hoy, en el mundo desarrollado y aún subdesarrollado, casi nadie deja de tener al alcance de la mano uno de estos tecno-engendros, en sus modelos de escritorio, portátiles o bien incluidos en los prácticos y celebérrimos telefonitos “inteligentes”. Y la tendencia no va a revertirse; muy por el contrario, llegará el día en que los que no se rindan ante las atrapantes cualidades de estas tecnologías serán como los que a comienzos del siglo pasado expresaron “no quiero saber nada con ese vehículo a motor tan ruidoso y complicado; yo seguiré movilizándome con la carreta y el caballo”.
Uno de los efectos de la generalización de la informática es la tan denostada “globalización”, que no es una elucubración ideológica sino, para bien o para mal y como todas las creaciones humanas, una consecuencia inevitable del progreso en el campo de las comunicaciones tan importante en su dimensión transformadora que muchos lo han calificado como una nueva “Era Gutemberg”. Solo que a diferencia del invento del genial herrero alemán, estas conquistas técnicas acordes con la vertiginosidad del tiempo actual, lograron y lograrán a breve plazo una difusión planetaria inmediata y, podríamos agregar, inevitable. Lo de Johannes Gutemberg inició la era de la imprenta que sacó a Occidente de las oscuridades de la Edad Media permitiendo la difusión de los conocimientos a través del movimiento de apertura denominado de L’ Ilustration, que con Diderot, D’Alembert y Rousseau a la cabeza, instalaron nuevos paradigmas para el incesante progreso cultural de la especie humana.
Después, la alfabetización masiva, los libros y los diarios, aunque lentamente, hicieron el resto para iniciar una “sociedad del conocimiento” en la cual estamos aún inmersos y cuya asombrosa y cada vez más veloz evolución no parece tener límites.
La globalización lograda por los nuevos medios de comunicación ha borrado las fronteras geográficas y temporales para la propagación del conocimiento, la difusión de las ideas y, mal que nos pese, la incentivación de los negocios. Esto último no sería tan malo de no estar siempre al acecho los halcones del capitalismo salvaje, casta despreciable e inescrupulosa cuyo único objetivo es la maximización de las ganancias sin la menor consideración para el hambre y los sufrimientos de la gente. Tocará a los pueblos y a los organismos internacionales defenderse y defendernos exigiendo a los gobernantes el cumplimiento de sus obligaciones como incorruptibles defensores del medio ambiente y, sobre todo, de una distribución más equitativa de los ingresos globales. Todavía estamos muy lejos de ello, sobre todo en los países donde campea la corrupción en las altas esferas de la política.
Hay otra versión sobre la aparición de los desarrollos cibernéticos. Los adictos a las teorías conspirativas, suelen afirmar que la globalización no es una consecuencia del progreso, sino que la computación es un medio desarrollado expresamente para apoderarse del mundo trasladando negocios y dinero rápidamente de un punto a otro del planeta, dejando el tendal de desocupados o estafados aquí, allá y acullá. De ser esto cierto, les cabe la misma responsabilidad defensiva de la gente a los representantes elegidos por el pueblo para esa finalidad esencial, que es el fin último de la política: el bienestar del pueblo.
Hoy vemos como, en el norte de África donde la presencia de Internet es aún débil, la gente convocada por las redes sociales ha logrado quitarse el yugo de gobernantes con pretensiones de eternidad. Por su parte, en Estados Unidos el movimiento “Occupy Wall Street” en contra de la voracidad de los banqueros, convocado por las redes sociales, ha conseguido importantes manifestaciones en contra del abuso económico de los poderosos. Y en el momento en que esto se escribe estamos viendo casi en tiempo real los choques salvajes entre la policía y los manifestantes “indignados” de diversos países europeos, que también han sido reunidos por la comunicación cibernética para luchar contra los ajustes que se aplican a los pueblos, generalmente con la finalidad oculta de salvar a los Bancos en default.
Argentina no se ha quedado atrás. Es evidente el desconcierto del histriónico y bufonesco elenco gobernante ante la más multitudinaria reunión de protesta de la historia nacional, recientemente celebrada el 8 de noviembre, en todas las ciudades del país. A esta muchedumbre nunca vista, no la convocó ningún partido, ninguna central obrera, ningún sindicato, ningún líder mesiánico de los que como tantos que conocemos, creen tener una comunicación cuasi divina y directa con el pueblo. Deslumbrado con la magnitud de la protesta y sin reconocerlo, el gobierno argentino y sus incultos capitostes solo han atinado a la negación y a la descalificación de esa elefantiásica aglomeración de personas reclamando, nada más y nada menos, que la vigencia irrestricta de la Constitución, la división de poderes, el respeto a la Justicia, la seguridad y –lo más difícil- acabar con la corrupción desenfrenada en todos los estamentos del Estado. Incapaces de una autocrítica y de la corrección que se les pide del rumbo equivocado, solo atinan a ningunear al pueblo que se expresó en las calles, perseverando en el error que tan caro le está costando a la República y a todos sus habitantes, incluyendo a sus ingenuos seguidores.
Por eso aportamos nuestra modesta gota en el océano diciéndoles: ¡Atención políticos! La gente ya no “come vidrio” y ha encontrado un cauce para vomitarlo cuando se pretende hacérselo tragar “saborizado” por una costosa propaganda financiada con los dineros públicos.
Esto no va a quedar así. Algo nuevo y prometedor está naciendo, en un mundo que navega velozmente a bordo de las nuevas tecnologías de la información. La comunicación horizontal de las masas verdaderamente populares, antes inconexas y sujetas a la servidumbre de una organización partidaria, llegó para quedarse. No está sujeta a la censura que se pretende imponer a los medios tradicionales, y no depende de ningún “aparato” convocante susceptible de ser usado con el oportunismo y la hipocresía que caracterizan a la política. La comunicación está en manos de la gente, con sus adminículos increíblemente sofisticados a los que nada, o casi nada, puede ocultarse con los viejos métodos.
El gran salto que significó para la humanidad la llegada masiva de las noticias por intermedio de los diarios, hizo que se denominara a la prensa, no sin razón, como “el cuarto poder”… ¿No estaremos en nuestro tiempo, asistiendo a la eclosión de un “quinto poder” con instantáneas y casi sobrenaturales cualidades para mejorar la vapuleada condición humana?
¿Otra luz que Prometeo robó a los Dioses para entregársela a los hombres?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio