Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 15 de julio de 2011

La génesis de La Falda

Por Alberto E. Moro


Convendría dejar sentado que tenemos una ciudad turística más que centenaria, como lo es en realidad, pues ello sería además, conveniente.
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La discusión sobre los orígenes de La Falda ha sido calificada por uno de sus protagonistas como “bizantina”, calificación con la cual coincido plenamente, pues en mi modesta opinión se está poniendo demasiado énfasis en algo que no tiene ninguna importancia. ¿A quien le importa la cuadratura del círculo o determinar el sexo de los ángeles? Se dice que los bizantinos estaban tan enfrascados en la discusión sobre éste último punto, que no advirtieron ni tomaron las medidas necesarias para impedir que el enemigo los invadiera y destruyera la ciudad. Esta expresión es usada frecuentemente cuando se produce una disputa apasionada sobre cuestiones que no tienen trascendencia alguna, a sabiendas de que de ahí no se podrán extraer conclusiones o algo útil ya que ninguna de las dos partes dará su brazo a torcer en el acalorado debate. Nuestro ejemplo local es la ya kafkiana disputa sobre los orígenes de la ciudad donde esto se escribe, que no solo no le interesa a los pobladores sino que puede llegar a perjudicarlos.
Porque la genética de La Falda -cuyo sencillísimo nombre sin connotación histórica alguna, deriva de que ha nacido y ha sido construida en un faldeo montañés originado en un derrumbe de hace cientos de miles de años cuyas evidencias morfológicas visibles están en el cerro La Banderita- es prácticamente irrelevante. Se trata de un pueblo cuya historia se construye paso a paso a partir del momento un tanto difuso en que alguien decide que el paisaje es apropiado para la construcción de un gran hotel.
La Falda no tiene un origen heroico, un hecho fundacional de relevancia histórica; ni siquiera la remota presencia de algún barbado conquistador imperial que, espada en mano, “plante una pica en Flandes” proclamando pomposamente la fundación de La Falda de los Buenos Aires, mote que sin dudas le caería mucho mejor que a la capital de la humedad que es la ciudad que lleva ese nombre.
La Falda nace de la especulación de unas personas, unas familias o un grupo, ni siquiera argentinos, que descubriendo la belleza del lugar, deciden hacer una inversión y afincarse para dar rienda suelta a su creatividad, construyendo un hotel que andando el tiempo sería famoso y reconocido, aún más allá de las fronteras del país.
Si bien fijar una fecha es importante para dar un punto de partida a cualquier realización humana, la verdadera historia es la que construyeron trabajosamente las sucesivas generaciones de habitantes del lugar con su esfuerzo y sus ilusiones puestas al servicio del crecimiento de una aldea, que más adelante podría llamarse un pueblo, y finalmente una ciudad.
Pero, al margen del clima y la belleza paisajística, ¿qué factores condicionaron o hicieron posible e incluso rentable ese desarrollo? Sin duda que un papel relevante le cabe a la facilidad de un acceso seguro y confiable a la región representado por el paso de un ferrocarril, el medio terrestre de comunicación, intercambio e integración más influyente de entonces, que comenzó a transitar estas serranías, según parece, en 1892. Antes de ello, dudosamente alguien hubiera pensado en poner un hotel en inhóspitas zonas a las que habría que llegar en carreta o diligencia por polvorientos caminos que, por más “reales” que fueran, debían ser trajinados por sudorosos caballos y traqueteados pasajeros.
El co-autor de uno de mis libros (*), afirma que en 1901 Manuel Rodríguez habilita en “la Casa de las Columnas”, pegada a las vías férreas, una despensa que sería el primer comercio “de la incipiente población”. También se afirma que en dicha casa funcionaba la estafeta postal, la Botica (farmacia) de Juan Bajack, la venta de diarios de Moisés Tulián, la peluquería de Francisco Avilés y un modesto comedor para los viajeros. También andaba por allí registrándolo todo Arturo Francisco, reconocido como “el primer fotógrafo de La Falda”. Siguiendo al mismo cronista sabemos que en 1905 Hermógenes Pastrana pone una carnicería, y dos años después José Alonso abre las puertas de una verdulería. Y que en 1910, en el galpón de Antonio Campanari, minero y picapedrero, se habilita la primera escuela a cargo de la joven maestra Adelaida Oviedo, reemplazada más adelante por Ema Valdés. En 1911 se instala un destacamento policial en la propiedad de Manuel Rodríguez.
La existencia de la construcción de porte greco-latino denominada “La Casa de las Columnas”, y otras edificaciones que pueden apreciarse en las mismas fotos de la época, así como la existencia real y concreta de las personas nombradas y de muchas otras seguramente, serían en opinión de quien esto escribe una prueba documental, y sentimental si se quiere, suficiente –entre otras que seguramente hay- para aceptar que ya en ese momento estaba naciendo un pueblo. Me pregunto si hay derecho a ningunear a todas estas personas, que son el colectivo humano primigenio auténtico y fundacional.
Es ésta una observación de sentido común con la que no pretendo suplantar a las generalmente taxativas y medulosas consideraciones jurídicas o históricas que puedan echarse a rodar, expresadas con las formalidades de rigor en las ciencias sociales. De todas maneras, me parece que tanto barroquismo cientificista es realmente “bizantino”, dado que por más vueltas que se le de al asunto, nada de épico se encontrará en el nacimiento de La Falda, siendo por lo tanto irrelevantes las apasionadas y desgastantes discusiones que desde hace años se llevan adelante, y que versan sobre hechos minúsculos, como cuando se vendió el primer lote, o cuando comenzó a parar el tren en el lugar. Siguiendo esta línea de razonamiento, no sería improbable que el día de mañana surjan quienes quieran poner el mojón de partida en cuando se creó el municipio, se inauguró la Iglesia, o la plaza del pueblo.
Creo que habría que ser más prácticos y abordar el asunto desde otros ángulos. Por ejemplo, desde la óptica de considerar cual de las fechas propuestas para el “primum movens” de La Falda es más conveniente para la ciudad turística que pretendemos ser. Va de suyo que no podemos competir en antigüedad con vecinos como Huerta Grande, ni mucho menos con Cosquín o Capilla del Monte, localidades ancladas en el tiempo mucho antes que La Falda comenzara a perfilarse.
No podremos jactarnos en nuestra ciudad de haber “nacido con la historia”, pero sí podemos tomar conciencia de que en cualquier negocio o emprendimiento se considera un lauro haber comenzado las actividades mucho tiempo atrás. El énfasis está siempre puesto en la antigüedad. Tanto en los vinos, como en el vermut, las fábricas, cualquier empresa, las construcciones y, desde luego las ciudades. Lo añejo, siempre se valora.
Nada mítico, como ya hemos dicho, podemos alegar con respecto a La Falda. No hemos tenido, como Roma, a Rómulo y Remo amamantados por una loba y preparándose a fundarla, pero ¿qué sentido tiene sin embargo, venirnos para adelante con las fechas? Podríamos sí, con toda propiedad, fijar la fecha en el primer año del siglo pasado, o aún antes si partimos de la piedra fundamental del primero y famosísimo Edén Hotel, ¿qué sentido tiene llevar a menos de cien años la fecha de origen? ¿Será para festejar de nuevo el centenario en 2013 como quiere el Concejo Deliberante? ¿O en 2014, como propone el amigo historiador? Francamente, ésta sí que es una discusión bizantina que, si conduce a alguna parte, es a disminuir la modesta relevancia histórica de nuestros orígenes como ciudad, cualquiera sea la fecha pseudo-fundacional que se adopte o dictamine.
Focalizar todo en las fechas netamente burocráticas en que se firmó un boleto de compra-venta o se firmó la primera escritura es -a mi entender- poner el carro delante del caballo. ¿Por qué, en lugar de ir a trámites leguleyos desprovisto de afectividad, no consideramos y honramos a las personas que con su trabajo, sus conocimientos y sus ilusiones, dieron “el puntapié inicial” a un sueño que terminaría por ser la pujante ciudad que hoy disfrutamos? Sería más justo. Mucho más justo.
Honraríamos así a esa “multitud de hombres y mujeres ligados por la comunidad del derecho y la mutua utilidad”, al decir de Cicerón, que fueron los verdaderos fundadores asociándose entre sí honesta y humildemente, intercambiando sus saberes y su esfuerzo personal. Cuando no hay un Acta de Fundación que determine una fecha puntual –y en este caso no la hay- hay que pensar en la gente, los modernos “ab-orígenes” en este caso. A los pueblos los hace la gente, y no el movimiento de dinero relativamente “grande” que interviene cuando se compra o vende un lote de tierra. A La Falda comenzaron a constituirla sus primeros pobladores con su trabajo, y no los que mucho más tarde vieron la posibilidad de hacer negocios con los loteos de tierra. El dinero es una creación económico-cultural; el nacimiento de un pueblo una cuestión socio-antropológica, propia de los seres humanos.
La existencia real de las personas que he nombrado es lo que da sustento a mi propuesta que, de ser compartida por todos, zanjaría ventajosamente la cuestión. Y al dejar sentado que tenemos una ciudad turística más que centenaria, como lo es en realidad, ello sería, además, conveniente. Sobre este tema, es necesario un acuerdo generoso e inteligente, que pueda ser compartido por todos, sin persistir en posturas demasiado ortodoxas e irreductibles.
Si quien esto escribe tuviera la facultad de proponer al pueblo de la Falda una fecha para sus orígenes, la conclusión sería obvia. Dejando de lado el momento de la “concepción” en la discreta oscuridad con que siempre sucede, no hesitaría en decir que la “gestación” del pueblo comenzó al colocarse la piedra fundamental de lo que sería el futuro establecimiento hotelero, y que el “parto” se produjo cuando el Hotel Edén abrió sus puertas.
Durante la construcción ya había un enjambre de trabajadores, profesionales y obreros de diferentes especialidades relacionadas con la arquitectura y la albañilería, que se movieron, acamparon, y en muchos casos se quedaron en estas latitudes. Al inaugurarse el hotel se agregaron los trabajadores gastronómicos, de mantenimiento, administración, conserjería, cocina, maestranza, limpieza, lavandería, mecánicos, mozos, proveedores, verduleros, carniceros, de servicio postal, transporte, vigilancia, jardinería, y maestros deportivos de equitación, natación, golf, tenis y arquería. En suma: UN PUEBLO.
Un pueblo en movimiento, que fue generando todo lo que se necesitaba varios años antes de que ocasionalmente se vendiera un lote, hecho irrelevante éste comparado con la existencia previa de tanta gente interactuando sobre el terreno, hace ya más de 110 años.
Es más, me parece un hecho extraordinario por su irracionalidad, que se esté descartando un monumento histórico –que por algo ha sido declarado tal- como base fundacional del pueblo, para adjudicarle ese honor a la venta de un lote. Realmente kafkiano, no solo bizantino. Y es así no solo desde el sentido común, sino también desde la lógica.
Al escribir sobre este tema que ya lleva años de dimes y diretes inconducentes, solo me mueve la intención de hacer un aporte constructivo basado en el menos común de los sentidos. No me interesa intervenir en polémica alguna al respecto.



(*) Alberto Moro-Carlos Panozzo. El mundo y La Falda en el Siglo XX, La Falda, año 2001, pág. 49
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Cuál es la fecha cuando hay muchas fechas…
Acompañé el proyecto elaborado por el concejal Kessler respecto al tema nacimiento de La Falda, convencida de que el 17 de noviembre de 1913 es una fecha importante y comprobable.
No está en mí menoscabar otras, sugeridas por diversos actores sociales de nuestra comunidad, pero se decidió en un marco de mecanismos democráticos y en pos de armonizar y consolidar lazos con la ciudadanía… por eso me dije que ésta era una buena oportunidad para festejar una fecha tomada de hechos reales del pasado y a la vez testimonial y simbólica…
Reitero, las otras fechas analizadas forman parte de la historia de La Falda y merecen mi respeto. Llevo muchos años escuchando opiniones divergentes, y como nativa de esta ciudad y concejal electa - sin ánimo de polemizar-, percibo que cualquiera fuera la fecha elegida siempre tendría opositores y afines.
Hoy, a pocos días de aprobada la ordenanza, advierto que las diferencias -al igual que en décadas anteriores- son superiores a los acuerdos, y lo debatido en todo ese largo tiempo termina siempre con la reprobación de las ideas que no son propias.
Los resultados (hablo en primera persona) no fueron para mí los esperados, y una vez más rescato las palabras que una persona allegada me reitera: ¨la verdad absoluta no existe, cada uno posee un trozo de la misma¨.
Un nuevo gobierno municipal asume en setiembre, con expectativas y con diversos problemas a resolver: administrativos, sociales, institucionales y temas que exceden nuestro pueblo. Una de las maneras de amistar a la gente y que todos se sientan ciudadanos es evitar la discordia.
No hay ninguna razón para desestimar otros puntos de vista y debatir sin fanatismos. Nuestra sociedad muchas veces fue ignorada y por ende se aisló por falta de resortes de contención, participación y transparencia institucional.
Vale entonces pensar en utilizar el mecanismo de la consulta popular, quizás fuera de tiempo, con el hecho consumado, pero tal vez sirva en este caso puntual. Que se pongan a consideración todas las posturas y que la ciudadanía se exprese.
Claro está, deberá difundirse ampliamente en todos los estamentos la información para que cada uno de los habitantes posea los elementos necesarios para poder sacar sus propias conclusiones.

Ana María Nieto
Concejal

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